El mundo debe afrontar una realidad que nunca antes había conocido: un estado moderno de Israel sin Shimon Peres. Pero, en muchos aspectos, el Israel de Peres había empezado a desaparecer largo tiempo atrás.
Durante más de siete décadas en el servicio público, Peres, quien murió el miércoles pasado a los 93 años, acompañó a Israel a través de sus asombrosas transformaciones y supo reinventarse de manera constante.
Al compás de los golpes de la realidad, pasó de formador del Estado israelí a maquinador político, hasta convertirse a comienzos de los años 90 en uno de los arquitectos de los acuerdos de paz de Oslo, que tenían el propósito de conducir a un Estado palestino al lado de Israel. Lo cierto es que nunca dejó de trabajar detrás de bambalinas por su tentadora visión -algunos dirán espejismo- de un “nuevo Medio Oriente”.
Trascendiendo divisiones internas en su último puesto oficial, presidente de Israel, Peres fue acogido por la mayor parte de la región como su estadista mayor. Incluso al tiempo que el caos envolvía buena parte de Medio Oriente y la promesa de paz con los palestinos se desvanecía entre el escepticismo y la fatiga popular.
Para muchos israelíes, el intento de desenredar y definir el legado de Peres es como asomarse a través de un caleidoscopio ideológico, en el que las líneas entre las añejas rivalidades ideológicas de Israel son, de una sola vez, agudas y perceptibles, disolviéndose después en un borrón cegador.
Huérfanos
“Quedamos huérfanos”, lamentó Moran Daniel Rosenfeld en la página de Peres de Facebook, uniéndose a miles que publicaron condolencias. “Qué triste que no haya nacido un heredero natural de su senda, su poder de voluntad, su determinación y su habilidad política”, agregó.
El Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, abrió una reunión especial del Gabinete en su memoria con un minuto de silencio y las palabras: “este es el primer día del estado de Israel sin Shimon Peres”.
El mismo Netanyahu, del conservador Partido Likud, aprobó a regañadientes el principio de un Estado palestino en 2009, y siguió chocando en privado con Peres, ex oponente político del Partido del Trabajo, en años recientes. De cualquier forma, Netanyahu emitió una declaración elogiando a Peres, quien sirvió dos períodos como primer ministro, como “un hombre de paz”. Sostuvo además en la reunión del Gabinete: “yo lo admiraba; yo lo amaba”.
El mismo Peres reflexionaba con una mezcla de satisfacción e inquietud. En una entrevista de 2013, con motivo de su cumpleaños 90, dijo que la realidad de Israel era “tanto diferente como mayor que el sueño”. Se maravillaba de que la población de Israel hubiera crecido hasta 8 millones de personas… Pero expresaba preocupación de que sus compatriotas se estuvieran volviendo menos arraigados en valores morales, ya que perseguían objetivos materiales con frecuencia creciente.
Idealismo
Haim Cohen, por largo tiempo amigo de Peres, reveló a través de Radio Israel que en los últimos tiempo cada reunión era como escuchar su última voluntad y testamento. “Uno de los principales mensajes que él intentó dejarnos fue su profunda preocupación por la unidad de la nación”, apuntó.
A pesar de los propios intentos de Peres en vida en pos de la unidad entre israelíes, su legado corre el riesgo de ser visto a través del prisma de viejas divisiones.
Micah Goodman, filósofo estadounidense-israelí, habló sobre la última etapa de Peres: “me decía que antes de irse a dormir pensaba para sus adentros: ‘¿llevé más bien al mundo hoy, o más mal?’ Él llevaba una hoja de balance. Era como un idealista de 16 años… a los 93”.